viernes, 21 de marzo de 2014

Cuando parece que Dios no contesta


¿Por qué algunas oraciones son respondidas antes que otras y por qué da la impresión de que algunas se quedan sin respuesta?

Es imposible saberlo a ciencia cierta, y probablemente varios factores inciden en ello. No cabe duda de que Dios siempre responde nuestras oraciones; pero no en todos los casos lo hace enseguida o tal como imaginábamos. A veces nos contesta que sí, otras que no, y otras más nos pide que esperemos.
Cuando tengas la impresión de que Dios no te está respondiendo, hazte las siguientes preguntas:
¿Estoy seguro de que lo que estoy pidiendo concuerda con lo que quiere Dios? Con frecuencia nuestras peticiones reflejan poca visión de futuro o estrechez de miras de nuestra parte. Dios, en cambio, tiene una visión universal. No responde algunas oraciones del modo que queremos o esperamos porque sabe que lo que le estamos pidiendo en realidad no nos conviene a nosotros o a otras personas. Es posible que también sepa que a la larga otro desenlace o solución serán más ventajosos para nosotros y para otras personas.
¿Son puras mis intenciones? Si nuestros móviles son egoístas o desacertados, no podemos contar con que Dios nos conceda lo que le pedimos.
¿He cumplido con lo que a mí me corresponde? Si hacemos todo lo posible por nuestra parte, llevando una vida que agrade a Dios y actuando para propiciar el resultado que esperamos de nuestras oraciones, podemos tener la plena confianza de que Dios responderá, quizá no exactamente como deseábamos, pero sí como Él considere óptimo para nosotros y para el caso.



¿Será que el Señor está poniendo a prueba mi fe? A veces Dios quiere ver con qué intensidad deseamos la respuesta. Le complace la fe que se niega a darse por vencida, que sigue adelante a pesar de los obstáculos. Valora la fe de quienes no dejan de creer que obtendrán respuesta, simplemente porque Él lo ha prometido. Una buena ilustración de ello es el caso del patriarca Abraham en el Antiguo Testamento. Cuando él contaba 75 años de edad y su esposa, Sara, 66, Dios le prometió que tendría descendientes "tan numerosos como las estrellas del cielo", a pesar de que en aquel momento todavía no tenían heredero. Abraham creyó en la promesa divina, y Dios no lo defraudó. Así Sara, a los 90 años mucho después de haber pasado su edad fértil concibió y dio a luz un hijo: Isaac. El apóstol Pablo describió en los siguientes términos la postura de fe asumida por Abraham: "No se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia". La persona de fe afirma: Invoqué la promesa de Dios y sigo adelante, aunque en este momento no vea adónde conduce el camino. Esa es la fe que complace a Dios y obtiene resultados.
¿Ha llegado el momento dispuesto por Dios?

 "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del Cielo tiene su hora". No se le puede meter prisa a Dios. A veces orar es como plantar: para que una semilla germine, brote, madure y dé fruto se necesita tiempo. Además, algunas tardan más que otras. Hay flores que se abren de la noche a la mañana. En cambio, un árbol tarda años en dar fruto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario